El Líbano, pero también Gaza, Ucrania y todas las zonas del planeta afectadas por la guerra, serán llevados a los pies de la Virgen para una oración coral por la paz. Mañana por la tarde el papa Francisco rezará en Santa María Mayor y con él todo el Sínodo que hoy habló de guerra y paz.
"No basta la oración, es necesaria la denuncia", es la voz que surge del trabajo en curso en el Vaticano porque "cada vez que se lanza un misil, detrás hay alguien que se enriquece". La Iglesia del mundo, en estos días en Roma para el Sínodo, se aferra, por tanto, al papa Francisco, voz casi solitaria en este momento para pedir que se ponga fin a los conflictos.
El pontífice se reunió con Rafael Bedros XXI Minassian, patriarca de Cilicia de los Armenios en el Líbano. Un encuentro para reiterar su cercanía al amado pueblo del Líbano, como siempre repite Francisco. Hace apenas unos días Bedros había efectuado un llamamiento: "Que el Papa no sea una voz que clama en el desierto". Del Líbano también llegó el conmovedor testimonio de monseñor Mounir Khairallah, obispo de Batrun de los Maronitas, cerca de Beirut. "Lo que sucede en el Líbano -afirmó en un encuentro con la prensa acreditada en el Vaticano- es que desgraciadamente el mundo guarda silencio, da luz verde a esta violencia porque hay demasiados intereses políticos y económicos, que no tienen nada que ver con valores cristianos, diré más bien, con valores humanos".
"La dignidad del ser humano y la libertad del ser humano ya no cuentan cuando los intereses se anteponen a todo. Pero vivimos, a pesar de todo, en la esperanza", "con la ayuda de la diplomacia vaticana y de la persona del Papa. Los Papas, todos ellos, siempre apoyaron al Líbano como país modelo y país mensaje", dijo.
Luego contó su historia personal: la de una persona que creció con el recuerdo del asesinato de sus padres, cuando solo tenía cinco años. "El perdón es muy difícil, pero no imposible", dice. Desde Jerusalén, en cambio, el testimonio del cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca de los latinos. Un año después de aquel 7 de octubre que trastornó el ya frágil equilibrio en Tierra Santa, expresa: "La Iglesia debe estar con los que sufren. Siempre. La Iglesia no puede ser neutral. No puedo ir a decirles a mis feligreses en Gaza que están bajo las bombas, "nosotros somos neutrales".
Pero si es cierto que la Iglesia no puede ser neutral, también lo es -subraya Pizzaballa en una entrevista con medios vaticanos- que nosotros no podemos ser parte del conflicto".
Finalmente la voz de otra Iglesia que sufre el conflicto, la ucraniana. El arzobispo mayor de Kiev, Sviatoslav Shevchuk, que se encuentra en Roma para asistir a los trabajos del Sínodo y que mañana rezará con el Papa por la paz, a los medios vaticanos recuerda: "Ya es el tercer año que vivimos en el contexto de esta horrible guerra que el Papa llamó "sacrílega" y "blasfema".
Hoy, como decía San Pablo, nos hemos convertido en un espectáculo para el mundo: el mundo entero mira la tragedia de Ucrania y no sabe qué hacer con ella. En el mismo modo en el que a menudo se observa como espectáculo otras tragedias de la guerra, en otros diferentes países del mundo".
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