Por Alberto Ferrari
(ANSA)- BUENOS AIRES, 20 MAR - La brutalidad de la dictadura
militar argentina, inédita en la historia moderna del país, fue
bendecida por algunos obispos con la excusa de "expurgar" de
"subversivos" el cuerpo social, señalan dos ensayos publicados a
40 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. "Los desaparecidos de la Iglesia" (Siglo XXI) de la joven
socióloga María Soledad Catoggio, aborda la "imagen binaria" de
la Iglesia argentina, a partir de "una Iglesia cómplice y una
Iglesia perseguida" con 113 obispos, sacerdotes, religiosos y
seminaristas asesinados y desaparecidos durante la dictadura
(1976-1983). "Los monstruos" (Planeta) de Hugo y Vicente Muleiro aborda la
personalidad de cinco ex represores, que se destacaron por su
brutalidad en el contexto de una dictadura ya sanguinaria: los
generales Antonio Bussi, Ramón Camps, Benjamín Menéndez, el
capitán de navío Jorge Acosta y el médico Jorge Antonio Berges,
un activo represor civil que colaboró con las torturas y la
apropiación de bebés de desaparecidas. "La imagen de las dos Iglesias persiste hasta nuestros días y
todavía nos preguntamos cómo pudieron convivir dentro de la
misma institución", afirma Catoggio, que en su libro reconstruye
la vida y la actividad de los sacerdotes asesinados. "No es una cuestión cuantitativa porque el número de víctimas
puede ser poco significativo comparado con los 5.264 sacerdotes
que tenía Argentina en esa época. Sí es una cuestión cualitativa
porque fueron víctimas del terrorismo de Estado por su inserción
en el contexto social y su trabajo pastoral", explicó Catoggio a
ANSA. En "Los monstruos" la misma definición de "monstruosidad" es
debatida porque "la existencia de los campos de concentración
fue una acción institucional y no una aberración producto de un
puñado de mentes enfermas o de hombres monstruosos", afirman los
autores, citando a la historiadora argentina Pilar Calveiro. Sí es una verdad histórica, que el ex dictador Jorge Videla
"se comportaba como fanático religioso en clave medievalista" y
cuando ya estaba preso aún sostenía que "Dios es el eje de mi
vida y tengo la conciencia tranquila. Yo digo que soy religioso
y no creo ser hipócrita", reproduce "Los Monstruos". Catoggio coincide que "las Fuerzas Armadas se erigieron en
las guardianas de la ortodoxia religiosa y fusionaron el
significado de subversivo con el de hereje". Precisamente, "Los Monstruos" recuerda que el vicario
castrense Victorio Bonamín el 25 de septiembre de 1975 pronunció
una homilía que anticipaba el golpe de Estado: "no querrá Cristo
que algún día las Fuerzas Armadas estén mas allá de su
función...el Ejército está expiando las impurezas de nuestro
país...los militares han sido purificados en el Jordán de la
sangre para ponerse al frente de todo el país...Dios está
redimiendo mediante el Ejercito nacional a toda la nación
argentina..."
Catoggio también aporta información sobre el pensamiento
ultraderechista y anticomunista de Bonamín. "Bonamín justificó la redención de los pecados del pueblo por
la sangre" -recordó Catoggio- en el preludio de la dictadura, lo
que le valió las críticas del obispo Enrique Angelelli, meses
después asesinado en la provincia de La Rioja (noroeste del
país), en momentos en que investigaba el doble crimen de dos
sacerdotes. Cattogio también recuerda que a diferencia de la mayoría de
los miembros de la dictadura, Bonamín "fue capaz de sostener que
había sido un error no acompañar al ex presidente Juan Domingo
Perón, porque así como había expulsado a los 'rojos' del
sindicalismo, podía haber evitado el 'clericalismo rojo' del
Movimiento Sacerdotes del Tercer Mundo, al que, se ocupó de
disciplinar, según confesó en algunos reportajes". Profesora de historia social latinoamericana en la
Universidad de Buenos Aires, Catoggio recuerda que "el cuerpo
episcopal de Argentina no asumió la defensa de los Derechos
Humanos, a diferencia de Chile y Brasil" y, por el contrario,
hubo un nivel importante de complicidad al "legitimar las
arengas fundamentalistas de los militares sobre la lucha contra
la subversión". "Pero hubo muchos sacerdotes que hicieron mucho por los
desaparecidos y algunos obispos se sumaron a los movimientos de
Derechos Humanos, como Jaime de Nevares, asumiendo un compromiso
público", aseveró Catoggio.
Hugo y Vicente Muleiro en su libro mencionan a algunos
obispos que avalaron e incluso fueron testigos de las torturas,
pero se concentraron en estos cinco personajes mencionados
"porque no solo organizaron la represión, sino que bajaban a las
catacumbas y aplicaban ellos mismos el terror". "Disponer del otro les proporcionaba cierto goce", afirmó
Vicente Muleiro, autor de una biografía y de una elogiada obra
de teatro sobre el dictador Videla. Pero así como la Iglesia hablaba de "expurgar" herejes y
subversivos, la dictadura militar también tuvo "un modelo
económico que benefició a las difusas burguesías" del país. En cuanto a la "monstruosidad" de algunos represores, los
autores recordaron que Berges quería meter a las fuerzas de
seguridad en los quirófanos mientras las detenidas-desaparecidas
parían a sus hijos y que hubo, al menos, un médico que con
valentía se opuso a esa práctica.
El médico sobrevivió y pudo declarar ante la justicia con el
retorno de la democracia. No así las enfermeras que asistieron a
la embarazada y desaparecieron porque informaron a la familia de
la joven detenida del nacimiento del bebé.
AEF/MRZ
20/03/2016 16:08
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