VENECIA, 3 (ANSA) - Una notable ópera segunda de un joven
cineasta brasileño de 32 años, Gabriel Barcaro, ha confirmado la
vitalidad del cine latinoamericano. Esa misma vitalidad fue anticipada por el director del 72o.
Festival de Venecia, Alberto Barbera, luego del impacto que ha
tenido el film mexicano "Un monstruo de mil cabezas" del
uruguayo Rodrigo Plá, en apertura de la sección paralela oficial
"Horizontes" en la que figura también este aplaudido "Boi Neon". En apretados 101 minutos, Barcaro traza un fresco íntimo y al
mismo tiempo sociológico del Brasil contemporáneo en el momento
en el que mantenía alta la promesa de un mayor desarrollo
nacional y bienestar popular, a través del mundo que se mueve
entre las bambalinas de un gran mercado de ganado, las
Vaquejadas, que son una de las citas fundamentales del nordeste
agrícolo-ganadero brasileño. Mascaro, autor del guión en el que han colaborado también
Marcelo Gomes, Cesar Turim y Daniel Bandeira, muestra un mundo
que se mueve entre las sombras del gran rodeo que divierte a los
asistentes a las Vaquejadas, desde Iremar (un notable Juliano
Cazaré), encargado de encanalar a los toros hacia la arena pero
que sueña con diseñar ropa interior femenina, hasta Galega
(Maeve Jinkings) que conduce el camión de ganado de un lugar al
otro y se exhibe en locales de strip tease, pasando por la hija
preadolescente de esta última, Cacá (Alyne Santana, excelente a
pesar de sus pocos años). Las relaciones entre estos personajes no son nunca bien
explicadas por el director, presentándolos como una metáfora de
una sociedad en rápido cambio que no termina de solidificarse y
esta ambigüedad es bien mostrada por Mascaro que describe los
trabajos y los días de este microcosmos como un entomólogo
examinaría la vida de una colmena o un hormiguero. Gracias a su otro oficio de artista plástico, Barcaro induce
a su director de fotografía Diego Garcia a retratar el mundo de
las Vaquejadas como si fuera una obra de arte en constante
movimiento, mientras alcanza vetas eróticas potentes con la
penúltima escena en la que Iremar hace el amor con una mujer
embarazada de siete meses en una unión que tiene algo de ritual
mágico. "Uno de mis propósitos al realizar este film es eliminar ese
lugar común de que el nordeste brasileño está solo poblado de
gente inculta y violenta que vive sin quererlo en un ambiente
sacro, exótico y misterioso", declaró Barcaro. "Mi película intenta revisar la comprensión política y
simbólica de las relaciones humanas en el nordeste brasileño
actual" -prosiguió Barcaro- explorando tramas y colores que
testimonian las contradicciones de la sociedad y dilatando las
nociones de identidad y género que afrontan los personajes en
una escala diferente de valores y aspiraciones".
"Mientras escribía el guión me topé con un personaje que
luego de afrontar el duro trabajo de la jornada, por las noches
se dedicaba a confeccionar ropa íntima femenina y esa
contradicción me fascinó de tal manera que lo hice entrar
directamente casi sin cambios en la trama", explicó el director. "Mi film se propone también examinar la crisis sociológica
que vive la región debido a las distorsiones que crea el pujante
desarrollo económico en un país como Brasil que es orgánico y
complejo y al mismo tiempo coherente con su historia", aseveró
Barcaro. Y concluyó: "el cine es solo una expresión más de mi
personalidad artística que simplemente tiene un proceso
productivo diferente del de mis pinturas e instalaciones, pero
creo que cada idea y cada proyecto que tengo exige un medio
expresivo diferente y que solo a ellos está destinado".
PN/ACZ
03/09/2015 19:56
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