SANTIAGO DE CHILE, 29 (ANSA) - Medir pigmentos, aromas,
estudiar deshojes tempranos, analizar los efectos del cambio
climático y buscar nuevas tecnologías para enfrentar la sequía
son algunos de los propósitos del Centro de Investigación e
Innovación, creado por la Viña Concha y Toro.
La principal gigante exportadora de Chile alcanzó ventas por
1.018 millones de dólares el año pasado, y es la cuarta compañía
en volumen de vino comercializado en el mundo.
Con este centro se apresta a dar un salto científico
tecnológico para "enfrentar con estándares de excelencia el
nuevo escenario competitivo".
Tras una inversión inicial de 5 millones de dólares, se ubica
en el valle del Maule, en Pencahue, casi 300 kilómetros al sur
de Santiago. En su bodega tiene 60 fermentadores, con capacidad
para 1.000 kilogramos de frutas, y 72 estanques de acero
inoxidable de 200 a 300 litros con control automatizado de
temperatura.
Concha y Toro reunió allí a ingenieros agrónomos, enólogos y
bioquímicos con la misión de construir "un pilar diferenciador"
que -desde viveros y laboratorios- aporte conocimientos y
soluciones científicas a su éxito productivo y de ventas. Con presencia en 145 países donde vendió 33,2 millones de
cajas el año pasado, está convencida de que para crecer y seguir
desarrollándose requiere investigación de primer nivel.
"En seis años queremos consolidarnos con resultados que se
transformen en mayor valor", dijo Gerard Casaubon, director del
Centro. La tarea incluye luchar contra las enfermedades de la madera
y entender cabalmente el material genético de una cepa como
Cabernet Sauvignon -base del emblemático Casillero del Diablo- a
fin de "mantener la misma calidad aumentando su rendimiento". El año pasado un 35% de los vinos chilenos exportados fueron
Concha y Toro, con fuerte presencia en Reino Unido, Estados
Unidos, Brasil, Canadá y Japón y un crecimiento de un 13% en los
últimos 10 años. La Viña posee 10.700 hectáreas de viñedos en
Chile, Argentina y Estados Unidos. Los principales proyectos en curso son "Técnicas de deshoje y
protección a la exposición solar para mejorar la calidad del
vino tinto" (Cabernet Sauvignon); "Evaluación productiva y de
calidad del material clonal del Cabernet Sauvignon en el área de
Cauquenes"); y "Desarrollo y uso de la Trichoderma spp. Cepas
para el control de la enfermedad de la madera".
"Estos proyectos atienden nuestros principales desafíos a
futuro que son determinar que vamos a plantar (material clonar),
cómo lo vamos a cultivar (manejos viticulturales) y cómo lo
vamos a proteger de enfermedades (biocontroladores de
patógenos)", resumió Casaubon a ANSA.
Otros objetivos son identificar productos para nuevos
mercados y culturas diferentes, como por ejemplo la de China,
donde las ventas de Concha y Toro crecieron en un 9% el año
pasado. La investigación no dejará de lado el estudio de cepas
menospreciadas por el mercado, como la Carignan o la País
(llamada Criolla en la Argentina o Mision en Estados Unidos) que
fue traída a Chile hace 500 años por los españoles y cuyas
plantaciones son el sustento de productores medianos y pequeños. En la vendimia de 2014, el centro hizo una evaluación
cualitativa de los vinos cepa País y caracterizó los diferentes
vinos obtenidos en localidades del Maule e Itata.
En la actual vendimia, estudió el efecto del tiempo y la
temperatura de encubado sobre la calidad del vino obtenido de la
cepa País. "Estos proyectos buscan dar mayor valor agregado a las uvas
cepa País producidas por pequeños productores", dijo a ANSA
Alvaro González, subgerente de Investigación y Desarrollo. Todo esto sin abandonar el objetivo macro de gestionar el
ecosistema con el análisis del cambio climático y sus efectos,
incluida la sequía, que trasladó a los viñedos chilenos cada vez
más al sur. También se estudian planes para desalinizar el agua
de mar y las nuevas tecnologías para medir el recurso hídrico y
mantener su balance. El centro aspira a transferir tecnología para contribuir al
crecimiento del sector vitivinícola. Por ello sus científicos
participarán en el Congreso Latinoamericano de Viticultura y
Enología que se efectuará en Brasil, en noviembre próximo. La tarea de evaluar sensorialmente a los vinos -para la cual
se utiliza un cromatógrafo de gases- apunta a mejorar el placer
de tener un buen vino en la mesa, pero Casaubon opina que
siempre serán -finalmente- una mujer o un hombre quienes tendrán
la última palabra.
MBA/MRZ
31/05/2015 19:30
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