Por Oscar Escamilla
BOGOTA, 6 (ANSA) - El presidente colombiano, Juan Manuel
Santos, cumple mañana el primer año de su segundo mandato,
acosado por bajos niveles de popularidad y la necesidad urgente
de pactar la paz con el grupo guerrillero FARC. Hace un año, Santos conquistó los votos de los colombianos
con la promesa de una paz cercana, tras dos años -para ese
momento- de diálogos en Cuba con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), y la posibilidad en el
horizonte de abrir un espacio similar con el otro grupo
guerrillero, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Sin embargo, un año después, las conversaciones de paz con
las FARC entraron en una suerte de estancamiento, pues desde que
el año pasado se informó de la firma del tercer punto de los
cinco que se negocian no hay avances concretos, sumado a una
reciente escalada militar de esa organización que puso a temblar
la continuidad de la mesa de diálogos. En tanto que los acercamientos con el ELN no han pasado de
rumores de prensa que cada tanto divagan sobre el país sede de
esos eventuales diálogos, como una actitud que más parece a los
actos reflejos de un animal moribundo que a hechos concretos. En ese estado de cosas, Santos se jugó a fondo por la paz,
sin abandonar sus obligaciones de mandatario, con lo que se
volvió el blanco fácil de sus contradictores políticos que le
critican cada paso y hasta de las mismas FARC que mantiene una
actitud de confrontación. En abril pasado, las FARC atacaron en la noche a un grupo de
militares mientras dormían y se refugiaban de la lluvia, lo que
dejó 11 uniformados muertos, en respuesta el ejército lanzó una
serie de ataques que acabaron con la vida de 26 presuntos
guerrilleros. Lo que le siguió a la confrontación fue la orden de la
organización rebelde de suspender el cese unilateral del fuego,
que había decretado en diciembre, y lanzar una ofensiva militar
que produjo enormes daños ambientales, voladuras de torres
eléctricas y ataques indiscriminados contra la fuerza pública. Las cosas llegaron a tal punto que por un momento se creyó
que los tres años de diálogos entre gobierno y FARC iban a
sucumbir, sin embargo, las partes decidieron reflexionar:
mientras los rebeldes anunciaron un nuevo cese del fuego por un
mes, Santos suspendió los ataques aéreos y de paso se fijó
cuatro meses para evaluar el proceso de paz. Mientras las aguas del proceso parecían entrar en calma, las
encuestas irrumpieron esta semana en la Casa de Nariño, sede
presidencial, como la fuerza de un tsunami y revelaron lo que
parecía evidente, que la imagen favorable del jefe de Estado
caía a niveles bajos. El sondeo más reciente, revelado en la víspera, señaló que el
59 por ciento de los encuestados tenía una imagen desfavorable
del mandatario, contra el 38 por ciento que lo respaldaba.
Otro estudio similar, también revelado a lo largo de esta
semana, mostró que la imagen favorable de Santos alcanzaba el 29
por ciento, mientras la desfavorable era del 71 por ciento. Así como la imagen de Santos ha decaído, el apoyo al proceso
de paz también descendió, según esas mismas encuestas, una de
ellas reveló que el 33 por ciento de los consultados estaba a
favor de la solución pacífica del conflicto contra el 32 por
ciento que prefería la derrota militar de las FARC. En la otra consulta, el 67 por ciento de los encuestados dijo
sentirse pesimista sobre el proceso de paz y el 72 por ciento
desaprobaba que el gobierno disminuyera los ataques contra ese
grupo guerrillero. "El presidente ancló su segundo mandato al tema de la paz y
ya se sumó un año más a los dos que ya habían pasado y no se
logró, en la percepción de la gente, ningún avance en el tema,
razón por la cual muchos de sus votantes se siente decepcionados
y se lo cobran en las encuestas a él porque a las FARC no se lo
pueden cobrar", explicó a ANSA el académico Fernando Giraldo. El analista político sostuvo que el otro problema que
enfrenta el gobierno de Santos es que no puede "comunicar" sus
logros sociales y económicos, que en su opinión son mejores que
los de anteriores mandatos, por una razón específica, y es que
tanto el presidente como el vicepresidente, Germán Vargas
Lleras, asumen como propios el trabajo y las metas alcanzadas
por el resto del equipo de gobierno. "El esquema de gobierno obedece a un acuerdo político de
darle continuidad a este mandato a través del vicepresidente, lo
que tiene un costo y es el de no poderle comunicar como debería
ser a la opinión pública la labor que cumple cada ministro y
funcionario, y eso repercute sobre el gobierno en general",
precisó Giraldo. A toda la situación política que enfrenta Santos se suma
ahora un nuevo factor desequilibrante, la caída en los precios
internacionales del petróleo, que ha afectado las finanzas
públicas, sumado a los nubarrones de la crisis económica mundial
que sigue reflotando en el ambiente y que cae pesados sobre el
optimismo en general. Para Giraldo, ni siquiera el que se firme la paz con las FARC
y se avance con el ELN van a recuperar la caída de la imagen del
gobierno de Santos, que podría tener algún repunte, por una
razón y es que dos mandatos seguidos son sinónimo de "desgaste". "La prolongación de un gobierno tiende al desgaste sea cual
sea el escenario", apuntó el académico, quien recordó que aún
restan tres años más de mandato de Santos.
YK7/ACZ
06/08/2015 18:34
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