Por Claudio Salvalaggio
(ANSA) - WASHINGTON, 20 MAR - Con su histórico viaje a Cuba,
el presidente estadounidense, Barack Obama, logra añadir un
capítulo clave a su enfoque de Estados Unidos como una potencia
que impulsa el "softpower", una política más suave que en el
pasado, tal cual ocurrió también con el pacto nuclear con Irán. La visita a La Habana, y los encuentros en agenda durante ese
viaje, cierran nada menos que 55 años de guerra fría entre
Washington y la isla caribeña. Teniendo como telón de fondo a un mundo cada vez más
multipolar, Obama impulsa de esta manera el diálogo y no la
contraposición, las tratativas y los acuerdos en lugar de las
sanciones, económicas o de otro tipo. La Casa Blanca prefiere en otras palabras promover una
diplomacia de la distensión: de hecho, una revolución en la
proyección y la percepción que el planeta tiene de la
superpotencia estadounidense. Con su visita a Cuba, y luego a Argentina, Obama lanza una
clara señal a toda la región latinoamericana, donde a lo largo
de décadas Washington se movía a partir de intereses económicos
que eran defendidos incluso con golpes militares y el apoyo a
dictaduras.
Lo que en otras palabras está haciendo ahora Obama es, por un
lado, hacer marcha atrás y por otro desafiar a los republicanos,
visto que su "desembarco" en tierra cubana coincide con una fase
clave de la larga campaña electoral estadounidense. Los sondeos le dan la razón, visto que la mayoría de los
estadounidenses está a favor del diálogo con la isla del
presidente cubano, Raúl Castro. Tras meses de tratativas secretas en Canadá, muy lejos de
toda mirada indiscreta y con la mediación clave del Papa
argentino, en noviembre del 2014 Cuba y Estados Unidos lanzaron
el proceso de deshielo que debería culminar en una normalización
de las relaciones bilaterales. La esperanza es que los cambios concretos para la isla y su
población sean impulsados por la apertura económica, hecho que
debería llevar a una mejoría en la calidad de la vida de la
gente. Este proceso podría a su vez poner bajo presión al gobierno
de Raúl Castro, teniendo en cuenta entre otros elementos que
dentro de dos años el Congreso del Partido Comunista dará quizás
luz verde a una nueva generación de dirigentes en la isla. Y por otra parte, durante su visita de estos días a la isla,
Obama se reunirá sólo con Raúl, no con Fidel Castro, ícono de la
revolución anti-estadounidense de estos años. En el plano interno, para Obama la "apuesta" de su viaje a
Cuba tiene una consistente cuota de riesgos.
Por ejemplo, el de dejar el flanco abierto a críticas dentro
de Estados Unidos sobre el complejo tema del respeto de los
derechos humanos en el país. Hay otros dos temas sensibles sobre la mesa. El de
Guantánamo, base en territorio cubano que Obama quiere cerrar, y
el del largo -casi infinito- embargo anti-Cuba de Estados
Unidos, cuestión que muy difícilmente será resuelta por un
Congreso dominado por los republicanos. De una u otra manera Obama tendrá con este viaje la
oportunidad de medir su popularidad en Cuba.
SAV-RIG/MRZ
20/03/2016 20:59
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