Por Marcos Romero
CIUDAD DE MEXICO, 23 (ANSA)- Los páramos desérticos del Valle
de Juárez, estado de Chihuahua, son escenario actual de una
guerra sin cuartel entre grupos criminales, que ha convertido a
la zona en tierra sin ley donde unos cuantos pueblos fantasmas
sobreviven tras casi nueve años de violencia. Esta región de la porosa frontera con Estados Unidos, donde
el silbido del viento levanta densas cortinas de polvo, en medio
del sofocante calor, y el silencio es roto a veces por algunos
lejanos disparos, sobre todo cuando reina la oscuridad, que
podría haber inspirado al Rey David para crear su célebre Salmo
23. Pero se necesita más que una plegaria para adentrarse sin
temor por el "valle de sombra y de muerte" formado por los
poblados de Guadalupe, Praxedis Guerrero y Esperanza, unos 80
kilómetros al este de Ciudad Juárez.
Esta región, que ni siquiera alcanza la categoría de "tierra
de nadie, es controlada por La Línea, el brazo armado del Cártel
de Juárez, aunque su hegemonía es disputada ferozmente por el
Cártel de Sinaloa. Aquí el índice de asesinatos alcanza dimensiones
surrealistas: 1.600 homicidios por cada 100.000 habitantes sólo
en 2009, 100 veces más que la media del país, de apenas 16. San Pedro Sula, Honduras, que en 2014 fue por cuarto año
consecutivo la ciudad más violenta del mundo, con 171 asesinatos
por cada 100.000 habitantes, parece un "mundo feliz" frente a
esta sórdida región.
La historia de la violencia que desgarra a estos desolados
parajes del desierto de Chihuahua se remonta a 2008, cuando
Joaquín "El Chapo" Guzmán, evadido el pasado 11 de julio de una
cárcel de alta seguridad, decidió adueñarse del corredor
estratégico junto al Río Bravo para trasladar a Texas grandes
cantidades de droga. "Esa guerra de El Chapo terminó sumergiendo a la región
entera (.) en un baño de sangre que las cifras apenas alcanzan a
expresar", recuerda el escritor Héctor de Mauleón. "Los cementerios están llenos. Ya no hay dónde enterrar a
los muertos. No queda nada, sino pueblos fantasmas y soldados",
dijo tres años atrás un habitante de Guadalupe a la periodista
estadounidense Melissa del Bosque. La reportera llamó a esta zona "el lugar más peligroso de
México", en un artículo para la revista Nexos, publicado en
marzo de 2012. La región está salpicada por algunos vergeles donde hace
apenas unos lustros se cultivó algodón de calidad comparable al
egipcio, hasta que los desechos industriales de Juárez arrojados
al Río Bravo convirtieron en páramos yermos lo que eran
verdaderos oasis agrícolas. La violencia ha alcanzado tales niveles en que el
desplazamiento de personas devino en un verdadero "éxodo
bíblico": de 18.500 habitantes en 2008 en Guadalupe, la más
grande localidad de la zona, sólo hay actualmente 2.000.
Para ilustrar esta estampida, Melissa del Bosque refiere que
"todos los que trabajaron para el gobierno de Guadalupe antes de
2008 huyeron o están muertos. Más de la mitad fueron asesinados;
muchas de sus cabezas fueron colocadas en la rotonda principal y
en las bancas del parque como advertencia".
En 2010, el alcalde de Guadalupe, Jesús Lara, huyó del
municipio y se refugió en Ciudad Juárez, pero hasta ahí lo
alcanzó el largo brazo del crimen: un grupo de pistoleros lo
acribilló frente a su mujer y su hijo. Ese mismo año, Marisol Valles, una joven criminóloga, casada
y con un hijo, asumió a sus 20 años el puesto de jefa de policía
de Praxedis Guerrero y la prensa española la llamó "la mujer más
valiente de México", pero cuatro meses después huyó a Estados
Unidos con su familia al recibir amenazas de muerte. El 22 de junio pasado, el jefe de la policía de Guadalupe,
Máximo Carrillo, fue secuestrado y asesinado mientras asistía a
un partido de béisbol. Dos semanas después, el 8 de julio, el
único agente que quedaba, Joaquín Hernández, que se atrevió a
seguir trabajando, y a quien la prensa llamó "héroe o loco", fue
asesinado junto a su hijo de 14 años. Después de estos hechos, ya no quedan más valientes que se
atrevan a desafiar a los forajidos que señorean la región.
MRM/ACZ
23/08/2015 17:37
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