Por Andrés Cárdenas
BUENOS AIRES, 23 (ANSA)- Símbolo mundial de la lucha por los
derechos humanos, emblema nacional de la resistencia a la
dictadura genocida argentina de los años 70 y protagonistas de
centenares de libros, obras de arte y documentales, las Madres
de Plaza de Mayo se "cuentan" a sí mismas, en primera persona,
como muy pocas veces, en un íntimo libro de entrevistas que
acaba de salir a la luz en Buenos Aires.
"Las viejas, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora cuentan
una historia" (Marea Editorial) reúne fragmentos de entrevistas
a estas mujeres, hoy ya octogenarias en su mayoría, en las que
se recuerda la lucha que emprendieron para conocer el destino de
sus hijos e hijas "desaparecidos", el tétrico estatus ilegal con
el que la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983)
suprimió la identidad, reprimió, detuvo, torturó y asesinó a
miles de connacionales y centenares de extranjeros.
Conmueve la palabra, el relato coral, cronológico, los
recuerdos entremezclados desde distintas perspectivas de 38 años
de lucha ininterrumpidas que prosiguen hasta la actualidad en
los más diversos espacios y se destaca el compromiso
inquebrantable de las Madres con las luchas sociales y
políticas.
Un itinerario simbolizado en sus rondas de cada jueves,
iniciadas el 30 de abril de 1977 con apenas 14 participantes, y
sus posteriores "Marchas de la Resistencia", que marcaron a
fuego el pasado reciente del país, con centenares de miles de
manifestantes en la Plaza de Mayo, epicentro simbólico de la
historia argentina desde época colonial. Entre "Las viejas" se puede escuchar el testimonio de sus
dirigentes históricas más reconocidas en los medios como su
histórica presidenta Marta Vázquez, o Taty Almeida, Nora
Cortiñas y la ex periodista de ANSA italiana Vera Jarach, así
como otras madres luchadoras tales como Clara Weinstein, Elia
Espen, Carmen Lorefice, Enriqueta Maroni, Adelina Alaye, Aída
Sarti, Aurora Bellocchio, Aurora Morena, Beatriz Lewin, Carmen
Cobo, Carmen Lapacó, Carmen Lareu, Gertrudis Fontanella, Haydeé
Buela, Laura Conte, María del Rosario Cerruti, María Gastón,
Marta Vásquez, Mirta Baravalle, Nair Amuedo, Negrita Vargas,
Ñeca Lepíscopo, Pepa Noia, Sara Brodsky, Ilda Micucci y Sara
Rus. Ellas, algunas más politizadas, otras simples amas de casa
sin participación previa en las luchas sociales, salieron cuando
nadie se atrevía a desafiar a la feroz dictadura de la Junta
Militar. Aprendieron en la calle, en la solidaridad hermanada
por los hijos perdidos a organizarse y protestar, con parte de
la sociedad que las insultaba y despreciaba, azuzada por una
campaña de prensa montada por los dictadores, con el eslogan
"nacionalista" en pleno Mundial de fútbol de 1978: "Los
argentinos somos derechos y humanos". A ellas, con sus blancos "pañuelos-pañales" y su denuncia a
nivel mundial, se les debe en una enorme medida el desprestigio
popular, sumado al desastre económico y la derrota de Malvinas,
con el que culminaría este trágico período dictatorial en el que
organismos de derechos humanos y gubernamentales estiman en
30.000 el número de detenidos desaparecidos. Asimismo cuentan con sus propias madres "desaparecidas" como
los casos emblemáticos de Azucena Villaflor de Vicenti, Esther
Ballestrino y María Ponce de Bianco, fundadoras de la
asociación, asesinadas y lanzadas al Río de la Plata en los
tristemente célebres "vuelos de la muerte" de la Marina.
Debieron soportarlo todo, trajinar con permanentes "habeas
corpus", rechazados de modo sistemático, los despachos de los
represores, que sabiendo positivamente que muchos de sus hijos
ya habían sido asesinados, las despachaban con comentarios
cínicos, tales como que "ahora su hijo se está paseando por
Europa con sus camaradas subversivos" o "su hija seguramente se
habrá fugado a México a ejercer la prostitución". La llegada de la democracia y el gobierno de Raúl Alfonsín en
1983, en la que tanto tuvieron que ver, con sus Juicios a las
Juntas, no les traerían respiro, pero sí un lento y trabajoso
acercamiento a la Verdad, Memoria y Justicia, los tres pilares
sobre los que siempre trabajaron con la premisa absoluta de la
no violencia, de no comportarse jamás como quiénes se llevaron a
sus hijos. También en 1986 llegaría la división del grupo con el
sector mayoritario, Asociación Madres de Plaza de Mayo, liderado
por Hebe de Bonafini, a quiénes las madres de Línea Fundadora
critican, sin voces altisonantes, por su excesivo verticalismo y
lo que consideran cierta politización sectaria de los reclamos.
"Las viejas", ante todo personas entrañables, lucharon contra
las inconstitucionales leyes de Punto Final y Obediencia Debida
del gobierno de Alfonsín y el indulto posterior de Carlos Menem
en los neoliberales años 90. Derogadas estas leyes hoy celebran
de modo crítico los enormes avances que se produjeron desde
2003 en política de derechos humanos, llevada a rango de
cuestión de Estado, por los gobiernos de Néstor y Cristina
Kirchner.
Tal vez, sobre el final del libro una frase resuma mejor que
ninguna el talante de estas mujeres extraordinarias, dice
Enriqueta Maroni: "No me gusta ahora tanto homenaje a las
madres, eso no me gusta, porque hicimos lo que teníamos que
hacer, lo que hubiera hecho cualquier madre".
ACZ/ACZ
23/06/2015 16:12
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