Por Nadira Sehovic
SARAJEVO, 10 (ANSA) - El 11 de julio Fatima Aljic sepultará
finalmente los restos de su hijo menor, Dzemal, muerto hace 20
años en la masacre de la Srebrenica, una de las páginas más
negras de la historia reciente europea. Fue en el verano boreal de 1995, justamente el 11 de julio,
cuando las tropas serbiobosnias a las órdenes del general Ratko
Mladic irrumpieron en la ciudad, asediada desde hacía tres años,
y en pocos días masacraron a 8.372 musulmanes, sobre todo
hombres y jóvenes. Dzemal reposará así, después de una espera de siete años de
parte de su madre para hallar más huesos de su hijo, junto a su
padre, Slujo, y su hermano Seval, que tenía 21 años. El adolescente, de 17 años cuando junto con su padre y su
hermano se encaminó a través de los bosques hacia Tuzla, tras la
caída de Srebrenica en manos de Mladic, es uno de los 18 menores
que serán inhumados este año en el cementerio de Potocari, junto
a los restos de otras 135 víctimas de la masacre identificadas
en los últimos 12 meses. En aquellos días, del 10 al 13 de julio -recordó Fatima- se
oía disparar desde todas partes, estallaban las granadas, había
muertos y heridos. "Mis dos hijos y mi marido -contó- fueron a los bosques.
Todos escapaban. No hay palabras para describir lo que ocurría
en aquellos días en Srebrenica. Ríos de personas iban hacia
Potocari", donde estaban los cascos azules holandeses. Unos 25.000 hombres, mujeres y niños llegaron a la base de
los cascos azules holandeses, que permitieron entrar a unas
5.000-6.000 personas, mientras las otras 20.000 quedaron
afuera. Al día siguiente llegaron los soldados serbios y comenzaron
a disparar y matar. Mladic hizo llegar decenas de camiones y
ómnibus, y miles de mujeres y niños pequeños fueron
deportados. Desde uno de esos camiones, Fatima vio muertos a su marido y
sus hijos. "Había esperado tanto que los volvería a abrazar en Tuzla, y
en cambio en lugar de eso a lo largo del camino lo vi todo: vi a
mi hijo sin la cabeza, y a mi marido y mi otro hijo con las
manos detrás de la cabeza, tenían el cuello cortado. Vi a
mi muchacho sin cabeza, lo reconocí por la ropa; había
otro a su lado, y otro, con la cabeza cortada, y
también otro joven más, delgado". "Imagino que lo degollaron ante los ojos de su padre y su
hermano", dijo Fatima, que no pudo soportar aquella visión y se
desvaneció. Sucesivamente, le contaron que se habían visto a lo
largo de la ruta muchos hombre de Srebrenica asesinados del
mismo modo. Suljo y Seval fueron identificados en 2006 y Dzemal en 2008.
Los restos de Suljo fueron hallados en la fosa común de Zeleni
Jadar y los de Seval en Glogova, ambas llamadas "secundarias",
es decir aquellas a las cuales los muertos al final de la
guerra (1992-95) fueron trasladados por los militares y
policías serbiobosnios en un intento de ocultar
las pruebas del enorme crimen. Debido a los traslados, a menudo mediante topadoras, los
restos de las víctimas están dispersos en varias fosas comunes.
Como los de Dzemal: "Una pierna, un brazo, un pie, la cadera y
nada más", cuenta Fatima, que esperó siete años que se
completara el esqueleto de su hijo, pero nunca más pudo
hallar nada y así decidió finalmente sepultarlo. Al comenzar la guerra en Bosnia fue muerto también el tercer
hijo de Fatima, el mayor, Sabahudin, que formaba parte del
ejército gubernamental y cuyos restos hasta ahora no
fueron hallados. La mujer quedó completamente sola: ninguno de sus hijos se
había casado, y ninguno le dejó nietos cuando se cometió la
masacre ordenada por Mladic, hoy juzgado por crímenes
de guerra y contra la humanidad. Por el genocidio de Srebrenica hasta ahora fueron
incriminadas por crímenes de guerra 70 personas: 20 por el
Tribunal Internacional de La Haya (TPI) y 50 por el Tribunal de
Sarajevo. Trece imputados, entre ellos tres comandantes
militares serbios, fueron condenados a cadena perpetua.
Y0K-QN/MRZ
10/07/2015 19:33
|