Por Federico Pucci
MILAN, 31 (ANSA) - El streaming se convirtió en el método
favorito para disfrutar de la música entre los nativos digitales
desde el lanzamiento de Spotify, en 2008. Al día de hoy, son muchos los servicios equivalentes al
sueco -convertido en sinónimo de streaming- ya sea nacidos de
start-ups innovadoras como la francesa Deezer, o de grandes
empresas digitales como Apple. La preponderancia del sistema ya no se cuestiona, pero las
preguntas sobre la sustentabilidad siguen vigentes, al menos en
dos frentes: la calidad de la escucha y la retribución de los
artistas, autores y sellos. En la primera cuestión puso el foco recientemente Neil Young:
la leyenda del rock y el folk pidió y obtuvo la remoción de sus
álbumes (excluyendo los publicados bajo el sello Geffen) por la
baja fidelidad de sus archivos de audio, equivalentes al
estándar mp3, que impedirían una buena escucha de su
música.
Por otra parte el canadiense no parece del todo desinteresado
en la cuestión, dado su papel principal en el desarrollo y
lanzamiento del lector musical para audiófilos Pono. Mientras tanto, en ocasión del lanzamiento de Apple
Music resurgieron las críticas a propósito de una compensación
equitativa para los artistas: la compañía californiana, que
ofreció tres meses de streaming gratuito a sus inscriptos antes
de la suscripción paga obligatoria (9,99 dólares al mes), había
decidido no pagar nada por las canciones escuchadas en
este trimestre de prueba. Lo que convenció a Apple de volver atrás en sus pasos, además
de la protesta de sellos independientes como el inglés Beggars
Group, fue una carta de Taylor Swift.
"Apple me trató como una voz de la comunidad creativa
en la que estaban realmente interesados, es irónico que la
compañía multimillonaria haya reaccionado a las críticas con
humildad, mientras la start-up sin beneficios (Spotify, NDR)
reaccionó como un gigante industrial", dijo Swift con ironía
a la revista Vanity Fair. El pasado noviembre, Swift había hecho remover su música de
todos los servicios de streaming, mientras tras la disputa con
Apple sus álbumes volvieron a quedar disponibles en la nueva
plataforma. El primer artista famoso en cerrarse al streaming para
protestar contra las políticas de retribución de Spotify fue en
2008 Thom Yorke: el líder de Radiohead removió así todo su
repertorio solista y del proyecto Atoms For Peace, pero
no fue el último. En julio fue Prince, desde hace años en lucha contra
la distribución digital de sus obras, quien eliminó toda
su colección de los servicios de streaming para conceder
una exclusiva a Tidal, la plataforma de alta fidelidad
en manos del rapero Jay Z. Precisamente este último jugador, relanzado en marzo con
un evento al que asistieron desde Madonna a Beyoncé, Daft Punk y
Alicia Keys, quería responder a los dos puntos críticos del
streaming, proponiendo un audio de alta calidad y sólo
suscripciones pagas (de 9,99 o 19,99 dólares al mes)
para garantizar una mejor distribución de los ingresos. Pero el "Spotify de los artistas", como se lo conoce, con
sólo 580.000 abonados tiene mucho terreno por ganar aún frente a
las plataformas que ofrecen soluciones gratuitas con publicidad. Por su parte Spotify tiene 75 millones de inscriptos, de los
cuales 20 millones pagos (a junio 2015) y Deezer 16 millones
(seis millones pagos, a enero 2014). Así las cosas, el mundo discográfico apunta a descubrir
desde octubre -cuando termine el período de prueba de Apple
Music- cuántos de los actuales 11 millones de abonados decidirán
si pagar para seguir disfrutando los servicios musicales
herederos del iPod.
GDC/ACZ
31/08/2015 19:29
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