Por Ernesto Pérez
(ANSA) - ROMA, 9 ENE - Con "Crimen y castigo" de Fiodor
Mijailovich Dostoievsky nacía hace exactamente 150 años la
novela moderna que se mantuvo inalterada hasta nuestros días,
pese a todas las novedades implantadas a lo largo del siglo XX. Así como Miguel de Cervantes Saavedra, con su "Don Quijote de
la Mancha", sentó en 1605 las bases del género, a despecho de
todos los experimentos precedentes, también Dostoievsky renovó
la arquitectura de la novela con "Crimen y castigo" en 1865. La obra apareció en folletín en la revista "Russky vestnik",
que ni experimentos como el flujo de conciencia del "Ulises" o
de "Finnegans Wake" de James Joyce, el subjetivismo de la
memoria intermitente de un Marcel Proust o el realismo
fantástico de un Gabriel García Márquez, lograron destruir o
cambiar. E igual que Cervantes, también Dostoievsky se apropió de la
paternidad del género literario, que supo reivindicar tanto él
mismo en 1865 con "Memorias del subsuelo", y con igual razón
Honorato de Balzac con su monumental "Comedia humana" o,
incluso, Charles Dickens, con su denuncia de los estragos de una
industrialización salvaje. Pero lo que distingue a "Crimen y castigo" es su carácter,
por así decir, polifónico, en el que cada personaje tiene algo
que decir y representa su propia idea sin permitir la existencia
de un observador omnisciente y apartado que se yergue por encima
de sus criaturas y de la misma narración. Con Dostoievsky, la conciencia se yergue a protagonista de la
trama, una conciencia que se interroga sobre el destino humano y
su posibilidad de salvarse o perderse y de elegir entre el amor
o el dolor. Y si para el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, el hombre
del subsuelo dostoievskiano es en realidad un superhombre que se
expresa a través de un nihilismo liberatorio, para el escritor
ruso se trata de una enfermedad que es necesario curar como le
ocurre al protagonista de "Crimen y castigo", Raskolnikov, que
al final de la novela se arrepiente de su moral abstracta de
"hombre superior", expiando dramáticamente su propia culpa.
La novedad del enfoque dostoievskiano reside en la fuerte
indagación psicológica sobre los vericuetos más profundos del
alma humana que lo llevará, como en "Los demonios" de 1873, a
profundizar la problemática del nihilismo, del acto gratuito y
de la ausencia de Dios. Obligado por una salud endeble y la precariedad de una
situación económica que no logra mitigar ni siquiera la
creciente popularidad de sus escritos, Dostoievsky cerrará su
parábola creativa a los 58 años con "Los hermanos Karamazov",
seguida por una temprana muerte, dos años más tarde, en 1881. Pero "Crimen y castigo" logró cambiar para siempre el ámbito
de la novela, transformándola no en la simple narración de
eventos vinculados con personas o hechos históricos, sino en un
espejo en el que a veces causa horror verse reflejado.
PN-ADG/MRZ
09/01/2016 18:41
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