Por Cristina Ferrulli
(ANSA) - ROMA 26 JUN - Puño cerrado, traje oscuro un poco
arrugado después de 72 horas de vuelo, una sonrisa amplia pero
cansada: así aparece Julian Assange cuando, a las 21.15 hora
local, aterriza en el aeropuerto de Canberra, esperado por su
familia pero también por decenas de seguidores australianos que
lo apoyan desde hace 14 años.
El fundador de Wikileaks, de 52 años, es finalmente un
hombre libre después de haber cerrado definitivamente su
calvario judicial unas horas antes al declararse culpable "de
conspiración para obtener y difundir información sobre la
defensa nacional" ante la justicia estadounidense en el tribunal
de Saipan, en las Marianas, Islas del Norte, territorio
estadounidense en el Océano Pacífico.
El periodista australiano no hablará por ahora, no contará
de inmediato su odisea de años transcurridos dentro de la
embajada de Ecuador y luego en prisión en Gran Bretaña. "Julián
necesita tiempo para recuperarse, pasó más de 5 años en una
prisión de máxima seguridad, tiene que acostumbrarse a la
libertad", habla por él su esposa Stella, quien en los últimos
años como abogada y socia ha luchado por traerlo de regreso a
casa de sus dos hijos.
El beso apasionado que ambos se intercambian bajo los
escalones del avión mientras el australiano levanta a la mujer
en el aire habla de toda la tensión de estos años. Si la opinión
pública en todo el mundo sigue dividida entre quienes lo
consideran un héroe por haber denunciado las fechorías de
Washington y quienes lo consideran un criminal por haber puesto
en peligro la seguridad de Estados Unidos, las vidas de soldados
y fuentes de inteligencia estadounidenses, no es así en su
patria.
"Esta fue una lucha gigantesca por la verdad, por la
libertad de prensa y por la justicia. Es simplemente fantástico,
me hace llorar", se conmueve Katherine Kelly, miembro de la
Alianza para los Enjuiciamientos Políticos, que llegó como otros
simpatizantes al aeropuerto. E incluso el primer ministro Antony
Albanese, el primero al que el periodista escucha por teléfono
nada más aterrizar, está convencido de que "hizo lo correcto" al
presionar a Joe Biden debido a su papel de aliado clave en el
Pacífico.
Ahora el objetivo final sigue siendo el indulto, la
anulación del delito que el fundador de Wikileaks tuvo que
admitir para firmar el acuerdo de culpabilidad el 24 de junio en
Londres.
La audiencia en Saipan se desarrolló sin contratiempos:
después de declararse culpable, incluso bromeó con la jueza
Ramona Manglona diciendo que estaba "esperando que el resultado
de la audiencia fuera satisfactorio".
Pero no renunció a sacar algunas piedras de su zapato:
cuando el juez le preguntó qué había hecho para cometer el
delito que se le imputa, Assange respondió: "Animé a mi fuente a
proporcionar información clasificada para poder publicarla".
Creo que la Primera Enmienda protege dicha actividad...",
pero, destacó, "contradice la Ley de Espionaje". En resumen,
aunque se declaró culpable, Assange no parece arrepentido.
(ANSA).