Por Lorenzo Trombetta
(ANSA) - BEIRUT 22 OCT - Beirut está exhausta, invadida por
comunidades enteras de desplazados que descansan en las aceras,
en las plazas, en las obras de los edificios en construcción, en
los centros de exposiciones, en los hoteles abandonados aún
destruidos por la guerra civil que terminó formalmente hace
medio siglo.
Precisamente en el céntrico barrio de Hamra, en un hotel de
tercera categoría que llevaba años en desuso, la tensión se
disparó cuando el ejército -el mismo llamado, por algunos, a
defender el país de la agresión israelí y, por otros, a desarmar
a Hezbollah- tuvo que intervenir para intentar evacuar el
edificio.
El edificio, que había sido ocupado por familias originarias
del sur, una de las zonas más afectadas por la furia de las
incursiones israelíes junto con el valle de la Bekaa y las
afueras de la capital Beirut, según algunos medios, "está
literalmente plagado de desplazados".
Y la tensión social aumenta a medida que se intensifican los
bombardeos israelíes en barrios cada vez más cercanos al centro
de la ciudad. "Los estruendos de las explosiones en el barrio
cercano se confunden con los gritos provenientes de grupos de
personas que pelean en la calle".
"El sistema de protección social del Líbano se encuentra en
grandes dificultades y el gobierno debe actuar con medidas
urgentes", es el llamamiento de la Iniciativa de Reforma Arabe,
un grupo de expertos panárabe también con sede en Beirut.
"El gobierno debería ayudarnos, pero no lo hace en
absoluto", afirma Zeina Shaaban, investigadora de estudios
sociales en la Universidad Estatal de la capital.
El país lleva cinco años lidiando con la peor crisis
financiera de su historia. Según la ONU, más del 80% de la
población residente sobrevive por debajo del umbral de pobreza.
Desde que Israel inició la nueva escalada a mediados de
septiembre, la situación se ha deteriorado rápidamente y más de
un millón han sido desplazados, de un total de menos de 6
millones de habitantes.
La Plaza de los Mártires, lugar simbólico de las protestas
antigubernamentales y "puerta de entrada" al Mediterráneo, es
ahora un campamento desordenado de familias, obligadas a dormir
frente a los exclusivos restaurantes de Solidere, la plaza de
Beirut "reconstruida" tras la devastación de la guerra civil
(1975-90).
"Dormimos en la calle porque no sabemos adónde ir", dice
Imad, un hombre de familia, acampado en la Plaza de los Mártires
con su esposa y sus tres hijos. "¨El alquiler? Cientos de
dólares por un sótano... aquí hay quienes lucran con nuestra
tragedia", afirma lleno de ira.
A un paso de él, una patrulla del ejército libanés vigila
la plaza. Uno de los soldados consulta en su teléfono móvil las
noticias sobre los bombardeos israelíes a dos kilómetros de
distancia.
"Beirut no me quiere. Me echó", dice por teléfono Intissar,
originario de Nabatiye, la capital del sur del Líbano, una
ciudad histórica parcialmente arrasada por Israel. Intissar,
empleado de una organización de la sociedad civil libanesa,
había huido de Nabatiye a la capital.
"Algunos colegas me hospedaron en el barrio (cristiano) de
Ashrafiye", conocido por estar a salvo de los ataques israelíes.
"Pero después de una noche - continúa Intissar - me dijeron
que ya no podía quedarme allí. Estoy cubierta con un velo y los
vecinos inmediatamente se dieron cuenta de que era una chica del
sur. Tenían miedo de que Israel atacara también este edificio,
así que me escapé de nuevo. Ahora estoy en Trípoli", en el norte
del país. (ANSA).