(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO, 24 OTT - Se publica la nueva
encíclica del Papa Francisco, "Dilexit nos" (Nos amó), que
sostiene que "entre guerras y desequilibrios el mundo parece
haber perdido el corazón", en cinco capítulos y 220 párrafos".
"Para expresar el amor de Jesús se utiliza a menudo el
símbolo del corazón.
Algunos se preguntan si todavía hoy tiene algún significado.
Pero cuando tenemos la tentación de navegar por la superficie,
de vivir con prisas sin saber en el fondo para qué, de
convertirnos en consumistas insaciables y esclavos de los
engranajes de un mercado al que no le interesa el sentido de
nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del
corazón", afirma Francisco,
Esa es la idea inicial de la cuarta encíclica del Papa, si
se cuenta "Lumen fidei", escrita junto con Benedicto XVI,
dedicada al "amor humano y divino del Corazón de Jesucristo".
"En este mundo líquido es necesario volver a hablar del
corazón; apuntar allí donde cada persona, de toda categoría y
condición, hace su síntesis; allí donde las personas concretas
tienen la fuente y la raíz de todas sus otras fuerzas,
convicciones, pasiones, opciones", explica el Pontífice.
"Pero nos movemos en sociedades de consumidores seriales que
viven al día y dominados por los ritmos y el ruido de la
tecnología, sin mucha paciencia para los procesos que requiere
la interioridad. En la sociedad actual, el ser humano 'corre el
riesgo de perder el centro, el centro de sí mismo'", añade. En
otras palabras, "falta el corazón".
Según el Papa, "entre guerras y desequilibrios, el mundo
parece haber perdido el corazón'.
En una sociedad que ve multiplicarse "diversas formas de
religiosidad sin referencia a una relación personal con un Dios
de amor", mientras el cristianismo olvida a menudo "la ternura
de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la
misión de persona a persona", Francisco propone una nueva mirada
al amor de Cristo representado en su santo Corazón e invita a
renovar la auténtica devoción.
El Papa recuerda que en el Corazón de Cristo "podemos
encontrar todo el Evangelio": es en su Corazón donde "finalmente
nos reconocemos y aprendemos a amar".
Francisco explica que, encontrando el amor de Cristo, "nos
hacemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la
dignidad de todo ser humano y de cuidar juntos nuestra casa
común", como nos invita a hacer en sus encíclicas sociales
Laudato si' y Fratelli tutti.
Y ante el Corazón de Cristo, pide al Señor "que vuelva a
compadecerse de esta tierra herida" y derrame sobre ella "los
tesoros de su luz y de su amor", para que el mundo, "que
sobrevive entre guerras, desequilibrios socioeconómicos,
consumismo y el uso antihumano de la tecnología, recupere lo más
importante y necesario: el corazón".
En el tercer capítulo de "Dilexit nos", el Papa destaca que
"este es el corazón que tanto amó" y recuerda cómo la Iglesia
reflexiona y ha reflexionado en el pasado ®sobre el santo
misterio del Corazón del Señor".
Aclara que "la devoción al Corazón de Cristo no es la
adoración de un órgano separado de la Persona de Jesús", porque
adoramos "a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre,
representado en una imagen suya en la que destaca su corazón".
La imagen del corazón de carne, subraya el Papa, nos ayuda a
contemplar, en la devoción, que "el amor del Corazón de
Jesucristo no incluye solo la caridad divina, sino que se
extiende a los sentimientos de afecto humano".
Su Corazón, agrega Francisco, citando a Benedicto XVI,
contiene un "triple amor": el amor sensible de su corazón físico
"y su doble amor espiritual, el humano y el divino¯, en el que
encontramos "lo infinito en lo finito".
Las visiones de algunos santos, particularmente devotos del
Corazón de Cristo -observa Francisco-, son bellos estímulos que
pueden motivar y hacer mucho bien", pero "no son algo que los
creyentes estén obligados a creer como si fueran la Palabra de
Dios".
"Así, el Papa recuerda con Pío XII que no se puede decir que
este culto "deba su origen a revelaciones privadas". Al
contrario, "la devoción al Corazón de Cristo es esencial para
nuestra vida cristiana, significa la plena apertura de la fe y
de la adoración al misterio del amor divino y humano del Señor,
hasta el punto de que podemos afirmar una vez más que el Sagrado
Corazón es síntesis del Evangelio".
A continuación, el Pontífice invita a renovar la devoción al
Corazón de Cristo también para contrarrestar "las nuevas
manifestaciones de una 'espiritualidad sin carne' que se
multiplican en la sociedad".
Es necesario volver a la "síntesis encarnada del Evangelio"
frente a "comunidades y pastores centrados solo en actividades
externas, reformas estructurales desprovistas de Evangelio,
organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, pensamiento
secularizado, en diversas propuestas presentadas como exigencias
que a veces pretenden imponerse a todos".
Y en el quinto y últilmo capítulo de "Dilexit nos",
Francisco profundiza en las dimensiones comunitaria, social y
misionera de toda auténtica devoción al Corazón de Cristo, que,
al "llevarnos al Padre, nos envía a los hermanos".
De hecho, el amor a los hermanos es el "mayor gesto que
podemos ofrecerle para corresponder al amor por amor".
Francisco habla entonces de "reparación", como explicaba san
Juan Pablo II: "ofreciéndonos juntos al Corazón de Cristo,
"sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá
construirse la civilización del amor tan anhelada, el reino del
corazón de Cristo"".
La Encíclica recuerda de nuevo con San Juan Pablo II que "la
consagración al Corazón de Cristo "debe asimilarse a la acción
misionera de la Iglesia misma, porque responde al deseo del
Corazón de Jesús de propagar en el mundo, a través de los
miembros de su Cuerpo, su entrega total al Reino". En
consecuencia, a través de los cristianos, 'se derramará el amor
en el corazón de los hombres, para que se edifique el Cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia, y se construya también una sociedad
de justicia, paz y fraternidad'".
Para evitar el gran riesgo, subrayado por san Pablo VI, de
que en la misión "se digan muchas cosas y se hagan muchas cosas,
pero no se llegue a provocar el feliz encuentro con el amor de
Cristo", necesitamos ®misioneros enamorados, que se dejen
conquistar todavía por Cristo". (ANSA).