Por Alessandro Logroscino
(ANSA) - LONDRES, 29 OTT - Hay sombras de una atracción fatal
hacia el terrorismo -o al menos hacia sus métodos de ejecución-
detrás del perfil solitario y las oscuras motivaciones del joven
de 18 años que a finales de julio mató a puñaladas a niñas
inocentes en Southport, cerca de Liverpool, causando horror en
el Reino Unido.
Su accionar también desató una ola de violentos disturbios
callejeros en el verano (boreal) desencadenados por sospechas
más o menos infundadas e instrumentalizaciones varias.
El protagonista de esa masacre, Axel Rudakubana, nacido en
el Reino Unido de padres ruandeses, también fue acusado hoy de
delitos de violación de la Ley contra el terrorismo británica
del 2000, en paralelo a los cargos de asesinato múltiple y de
intento de asesinato que ya se le imputan tras el arresto
inmediatamente después de los acontecimientos en Southport.
En sus investigaciones, la policía afirmó haber encontrado
rastros de ricino, una toxina biológica mortal que el joven
aparentemente sintetizaba en cantidades modestas y poco
efectivas con sus propias manos; así como la posesión de
manuales de entrenamiento terrorista en línea producidos por Al
Qaeda.
Serena Kennedy, comandante de la policía de Merseyside,
explicó que el material por el que se desencadenó la acusación
colateral de violación de la ley antiterrorista fue encontrado
por agentes en la casa del adolescente (aún no era mayor de edad
en el momento del baño de sangre).
Además, volvió a excluir un motivo terrorista o ideológico
que estuviera directamente en el origen de ese ataque: una
agresión en la que Rudakubana había tomado insensatamente como
blanco a una clase de niñas de entre 6 y 10 años que
participaban en un centro de entretenimiento en un recital de
danza inspirado en canciones de la amada estrella del pop
estadounidense Taylor Swift, matando a tres (Bebe King, Elsie
Dot Stancombe, Alice Dasilva Aguiar) e hiriendo a otras 10
personas con un cuchillo, entre ellas, dos profesores.
La aclaración de los investigadores no extingue las
preguntas ni el riesgo de que resurja la polémica y la tensión
por el incidente, a la espera de la comparecencia del joven
acusado mañana por videoconferencia desde la prisión ante un
juez del Tribunal de Magistrados de Westminster, en Londres,
para una primera audiencia preliminar relacionada con las
acusaciones adicionales de hoy.
Además, la masacre de julio suscitó sospechas y acusaciones
más o menos veladas contra la policía y el gobierno laborista de
querer minimizar sus orígenes o, en todo caso, de ocultar algo.
Sospechas alimentadas, entre otros, por el líder populista
del Reform UK (Partido del Brexit), Nigel Farage, o por Elon
Musk, así como por tribunos y simpatizantes de la extrema
derecha extraparlamentaria, que luego fueron señalados como
instigadores de los disturbios islamófobos y antiinmigración que
se produjeron durante varios días en agosto en varias ciudades
del Reino, con embates a ciegas contra centros de acogida de
solicitantes de asilo o mezquitas, enfrentamientos con la
policía y vehículos incendiados. No sin una posterior ola de
arrestos y condenas inmediatas de docenas de alborotadores y sus
presuntos inspiradores.
Un caos que el primer ministro, Keir Starmer, atribuyó a
"matones" y provocadores, y al que de hecho contribuyeron
"noticias falsas", comprobadas por el rumor de que Rudakubana
(ciudadano británico de nacimiento) podría ser un refugiado que
acababa de aterrizar ilegalmente en la isla o tuviera
inexistentes raíces familiares musulmanas.
Y al que, sin embargo, la impugnación aparentemente tardía
de los cargos paralelos de terrorismo contra el joven de 18 años
amenaza ahora con darle nueva vida. Especialmente teniendo en
cuenta los indicios iniciales de las autoridades de que se
trataba de un mero raptus de un desequilibrado.
"Si todo esto tiene para ustedes un sentido...", manifestó
Farage en su perfil de X, reivindicando haberse limitado, en su
momento, a avanzar "dudas" acerca de las motivaciones del
asesino e invocar más "transparencia" en las indagaciones de la
policía.
Mientras tanto, el gobierno de Starmer se apuró a subrayar,
en un documento de Downing Street, cómo el momento de la nueva
acusación depende exclusivamente de los investigadores de la
"Fiscalía de la Corona": casi como para justificarse u optar por
no participar. (ANSA).