Por Paolo Petroni
(ANSA) - ROMA 30 OCT - Una escena casi vacía, una habitación
en una casa con dos puertas laterales, paredes grises y nada
más; una esencia casi metafísica que evoca de inmediato ese
sentido absoluto, esa necesidad de pureza que marca el camino de
la protagonista, Yeong-hye, en "La Vegetariana".
Esta adaptación del libro de la autora coreana y ganadora
del Nobel 2024, Han Kang, fue realizada por Francesca Marciano y
Daria Deflorian, quien también dirige la obra, publicada como
otros de sus trabajos por Adelphi.
Se presenta en el teatro Vascello (hasta el domingo) dentro
del programa del Festival Romaeuropa, en una producción de La
Fabbrica dell'Attore junto a Emilia Romagna Teatro.
"Antes de que mi esposa se volviera vegetariana, la
consideraba completamente insignificante", dice el marido al
inicio, contando cómo la eligió precisamente por esa cualidad,
como una mujer que no le daría problemas. La única molestia era
su hábito de no usar sujetador, dejando los pezones visibles, lo
cual "a veces le hacía pasar vergenza frente a sus conocidos".
Este cambio, tras un sueño perturbador en el que ella camina
por un granero entre trozos de carne ensangrentada, provoca que
tanto él como su hermana y cuñado se enfrenten a sus propias
miserias.
"La verdad, simple y horriblemente clara, es esta: si su
esposo y Yeong-hye no hubieran sobrepasado todos los límites, si
todo no hubiera caído en pedazos, quizás ella habría colapsado".
El rechazo de la protagonista es una rebelión contra su
destino, una negativa total y reiterada que busca una especie de
pureza radical, un horror y negación de la carne, del cuerpo,
del sexo, casi transformándose ella misma en un vegetal,
queriendo vivir solo de aire y agua.
La historia se desenvuelve en un espacio de vacío y
misterio, con un final que plantea: "¨Por qué es tan terrible
morir?", en respuesta a las objeciones de su hermana, quien
concluye: "hasta que eventualmente despertemos".
Todo gira en torno a la mentalidad y el cuerpo, del cual los
demás son prisioneros, con sus necesidades de alimentos
proteicos y sexo: el marido que la obliga a tener relaciones y
luego pide el divorcio (el único mueble en escena es un
colchón); el cuñado, un artista visual, fascinado por su
transformación vegetal, al punto de desear pintarla cubierta de
flores y poseerla; y su hermana, que insiste en verla como una
enferma y trata de que reciba tratamiento.
La obra mantiene la esencia del relato de Kang, aunque sin
la crudeza y el dolor que caracterizan las páginas de la autora,
enfocándose en las perspectivas de los otros personajes que
tratan de entender lo inalcanzable de Yeong-hye.
Al igual que en la novela, la obra no presenta tres
monólogos, sino esencialmente tres relatos en tercera persona
cargados de decepción y resignación, que los tres actores
interpretan durante dos horas con una actuación carente de
vitalidad y de tono uniforme: desde el marido Gabriele
Portoghesi, al cuñado Paolo Musio, y la hermana interpretada por
la misma Deflorian, quien muestra algo más de culpa e
incomodidad.
Sin embargo, el papel de la vegetariana, interpretado por
Monica Piseddu, aporta toda su fisicalidad y desnudez, una
identificación interior y exterior del personaje con movimientos
mínimos, casi oníricos, que reflejan la indefinición del
espectáculo, en un rechazo a la tensión dramática o teatral,
incluso en la narración misma, que deja algunas dudas.
Sin embargo, los largos aplausos al final vieron a los
intérpretes salir con una planta verde en un vaso de agua en la
mano. (ANSA).