Por Marcello Campo
(ANSA) - MADRID, 01 NOV - "Algunos tienen heridas que
necesitan ser tratadas, otros están en problemas porque pasaron
la noche sin oxígeno, pero no hemos perdido a nadie: todos están
vivos": el rostro de Susana Ivars sigue marcado por el cansancio
y el dolor, todavía hay barro y destrucción a su alrededor, pero
habla con profesionalidad, como si nada hubiera pasado.
Pero en sus palabras también se respira mucho orgullo y
emoción por haber cumplido con su deber hasta el final: haber
conseguido, junto con sus nueve compañeros, salvar la vida de
los 124 ancianos de un hospicio en la residencia que trabaja, la
Novaedat de Sedav, uno de los centros más afectados por las
inundaciones que afectaron mucho a Valencia y a sus alrededores.
Una especie de milagro, fruto del sacrificio y la valentía
de estas mujeres que, sorprendidas como todos por la crecida del
río, en menos de media hora tuvieron fuerzas para cargar a sus
pacientes en los hombros durante dos pisos. Su historia es como
de película de terror: "Poco a poco, el agua entró en la
residencia".
Al principio lento, nos mojó los pies, luego -cuenta Susana
todavía estupefacta - cada vez más fuerte. No teníamos un plan
de emergencia establecido, pero con los niveles del agua
subiendo cada vez más, rápidamente nos dimos cuenta de que no
había tiempo que perder".
El ascensor se estropeó inmediatamente: a Susana y sus
compañeros no les quedó más remedio que cargar a hombros a los
ancianos, uno tras otro, y llevarlos a un lugar seguro. Pero
había que hacerlo rápidamente.
"No podíamos moverlos con sillas de ruedas. Así que los
llevamos en brazos hasta el primer piso. Pero luego vimos que el
agua seguía subiendo: en pocos minutos pasó de cero a dos
metros, así que nos vimos obligados a subir al segundo piso,
todo en menos de media hora", añadió una de sus compañeras, con
los ojos todavía brillantes de emoción.
"Hoy el agua bajó, pero la residencia sigue llena de barro.
"Todavía no tenemos electricidad, pero la situación se
estabilizó. Algunos voluntarios nos dieron agua y comida y
seguimos adelante", concluyó una de las niñas, exhausta pero
sonriendo.
La historia de Susana, Carmen, Paula, Pacheco, Marisol,
Pili, Bea, Estela, Raquel y Ana emocionó y conmovió a toda
España y a la Web, donde sus entrevistas se hicieron virales.
Y sus rostros, su coraje, se convirtieron, ahora, en uno de
los símbolos del deseo de empezar de nuevo en esa tierra
martirizada. (ANSA).