Por Elisa Buson
(ANSA) - ROMA 1 NOV - El acto de comer está controlado por un
circuito cerebral extremadamente sencillo formado por tres tipos
de neuronas que conectan la hormona del hambre con la mandíbula
para estimular los movimientos de masticación.
Así lo demuestra un estudio realizado en ratones por
investigadores de la Universidad Rockefeller de Nueva York.
Los resultados, publicados en la revista Nature, sugieren
que el impulso de comer puede ser más parecido a un reflejo de
lo que se suponía hasta ahora, y aportan nuevas pistas sobre
cómo se controla el inicio de la ingesta.
El estudio, dirigido por el genetista Jeffrey M. Friedman,
se centró en una zona concreta del cerebro vinculada a la
regulación de la glucosa y el apetito: se trata de la parte
ventromedial del hipotálamo, que desde hace tiempo se sabe que
cuando está dañada es causa de obesidad.
En esta región hay neuronas concretas que expresan la
proteína BDNF (factor neurotrófico cerebral): su inhibición
lleva a los animales a consumir más comida (hasta un 1200% más).
También desencadena movimientos masticatorios de la
mandíbula, incluso en ausencia de alimentos u otra entrada
sensorial que indique que es hora de comer.
Por el contrario, estimular esa proteína frena la ingesta de
alimentos y bloquea los movimientos masticatorios.
Al cartografiar las entradas y salidas de las neuronas BDNF,
los investigadores descubrieron que son el eje de un circuito
neuronal tripartito que vincula las señales hormonales que
regulan el apetito con los movimientos necesarios para consumir
alimentos.
En un extremo del circuito se encuentran algunas neuronas de
la región del núcleo arqueado del hipotálamo, que captan señales
de hambre como la hormona leptina producida por las células
adiposas.
Estas neuronas envían mensajes a las neuronas BDNF del
hipotálamo ventromedial, que a su vez se comunican con las
neuronas de un centro del tronco encefálico (llamado Me5) que
controla el movimiento de los músculos de la mandíbula.
Ese Me5 también parece estar relacionado con las acciones
compulsivas con la boca relacionadas con el estrés, como roer
lápices o mechones de pelo. (ANSA).