Por Mónica Uriel
(ANSA) - CHIVA 4 NOV - En Chiva, una de las localidades más
afectadas por las lluvias torrenciales, hoy se terminó de
achicar agua y fango en las casas, "gracias a muchos jóvenes
voluntarios", dijo a ANSA una vecina, pero ahora hay riesgo de
derrumbe en una veintena de casas.
La noche del martes 29 de octubre, cuando cayeron las
intensas lluvias, la localidad valenciana quedó dividida en dos,
por el cauce del barranco, después de saltar por los aires el
puente y muchas casas quedaron en un frágil equilibrio sobre el
río.
En medio del silencio, anoche se derrumbó la parte posterior
de uno de los edificios más emblemáticos de la población, el
centro cívico La Mutua, cuya fachada da al barranco, sin que
hubiera que lamentar víctimas.
El ayuntamiento estima que hay una veintena de casas en
riesgo de derrumbe y hoy entraron en la localidad los primeros
equipos de arquitectos para intentar apuntalar los edificios
tras el llamado urgente realizado por las autoridades locales.
Además, hoy fue instalado un puente provisional que conecta
los dos lados del barranco.
Por las calles y casas de Chiva, de 16.000 habitantes, ya no
hay agua y los vecinos quitaban hoy el último fango.
Gabriel Jimeno, que vive junto al cauce, sacó "17 tractores
de fango" de su casa. "Hoy hemos terminado", cuenta a ANSA a las
puertas de su casa, muy cerca del edificio derrumbado.
"Fue como una centrifugadora. A dos metros de altura llegó
el agua", cuenta.
Unas calles más allá, Salvador Martínez también acaba de
dejar su casa seca, además de vacía, después de que el agua "se
llevó flotando todos mis muebles, incluidos sofás, y también los
de otras casas que entraron a la mía y luego se fueron calle
abajo".
Se emociona aún al recordar cómo el martes por la noche,
cuando llegaron las lluvias torrenciales y subió al piso de
arriba de su casa, vio en la vivienda de enfrente a una mujer de
86 años, a quien le dijo que no bajara, pero bajó y falleció.
Junto a la iglesia, Amparo Torres está limpiando lo último
que queda de fango en la planta baja de su casa y en el estanco
de su propiedad, donde todo está para tirar, rodeada de jóvenes.
"He podido limpiar todo gracias a que me han ayudado estos
días unos 500 jóvenes. Han venido de muchos sitios. Se han
involucrado mucho", apunta, y habla, como todos, del sentimiento
de "impotencia".
Y también siente "tristeza" porque "por la mañana se sabía
que el cauce del río iba hasta arriba y no nos avisaron".
Uno de los jóvenes que está ayudando es Dani Pérez, de 14
años, quien no ha dejado de achicar agua y barrer lodo desde el
miércoles en casas, calles y naves del polígono industrial.
"Hay que ayudar al pueblo. Si no ayudamos, damos mal
ejemplo", dice. (ANSA).