Por Elisa Busón
(ANSA) - ROMA 13 NOV - Huellas de anfibios y reptiles, pero
también de plantas, semillas, huellas de piel e incluso gotas de
lluvia. Ese es el impactante hallazgo, un verdadero ecosistema
fosilizado en losas de arenisca, descubierto en el Parque Orobie
Valtellinesi, en provincia de Sondrio, en Lombardía en el norte
de Italia.
Salió a la luz tras el derretimiento de la nieve y el
hielo provocado por el cambio climático, conserva rastros de
vida que se remontan a 280 millones de años.
Los primeros hallazgos, recuperados hace unos días a 3.000
metros de altitud en una espectacular operación apoyada por un
helicóptero, se mostraron por primera vez en el Museo de
Historia Natural de Milán. El yacimiento fosilífero, descubierto
casualmente por la excursionista Claudia Steffensen de Lovero
(Sondrio) y documentado por el fotógrafo naturalista Elio Della
Ferrera, fue estudiado por el paleontólogo Cristiano Dal Sasso
del Museo de Historia Natural de Milán junto con el geólogo
Ausonio Ronchi del Museo Universidad de Pavía y el icnólogo
(estudia marcas y huellas de seres vivos) Lorenzo Marchetti del
Museo de Historia Natural de Berlín.
Los expertos han reconocido huellas de tetrápodos
(reptiles y anfibios) e invertebrados (insectos, artrópodos), a
menudo todavía alineadas para formar "huellas", o paseos que
tuvieron lugar en el Pérmico, el último período de la era
Paleozoica.
"En aquella época aún no existían los dinosaurios, pero
los autores de las huellas más grandes encontradas aquí debieron
tener todavía unas dimensiones considerables: hasta 2 o 3 metros
de longitud", afirma Dal Sasso. Además, en este nuevo
yacimiento, en algunas superficies se encuentran huellas
fosilizadas de al menos cinco especies diferentes de animales
(al tratarse de huellas y no de esqueletos, es más correcto
hablar de icnoespecies), lo que permitirá realizar
reconstrucciones paleoecológicas precisas.
"Las huellas se dejaron cuando estas areniscas y esquistos
aún eran arena y barro empapados de agua, en las orillas de ríos
y lagos que periódicamente, según las estaciones, se secaban",
explica Ronchi. "El sol del verano, al secar esas superficies,
las endureció hasta el punto de que el regreso del agua nueva no
borró las huellas, sino que, por el contrario, las cubrió con
arcilla nueva, formando una capa protectora", detalló el
experto.
"El finísimo grano de los sedimentos, ahora petrificados,
ha permitido conservar detalles a veces impresionantes, como las
huellas de las yemas de los dedos y de la piel del vientre de
algunos animales", añadió Marchetti. "La forma y el tamaño de
las huellas indican una calidad de conservación y una
paleobiodiversidad notable, probablemente incluso superior a la
observada en otros depósitos de la misma edad geológica en los
sectores Oróbico y Brescia", completó. (ANSA).