El caso del cardenal estadounidense Roger Mahony, con los coletazos del escándalo paidofilía, aviva los choques de las diversas facciones dentro del Cónclave del que saldrá el sucesor de Benedicto XVI. La cuestión del ex arzobispo de Los Angeles que muchos católicos querrían ver apartado del Cónclave por haber tapado decenas de casos de abusos sexuales a menores, hace también de detonante para la contraposición entre quien, en el colegio cardenalicio, sostiene con fuerza la línea de la limpieza y transparencia y quien, en cambio, hace todavía resistencia, convencido de que los trapos sucios se lavan en casa. En tanto, empiezan a coagularse las primeras maniobras, en particular para llevar nuevamente al Trono de Pedro a un italiano. El caso Mahony sigue abierto, en cuanto se suceden las tomas de posición de quienes invitan al supurado de 77 años a renunciar a participar en el Cónclave y votar por el nuevo Papa. El sucesor de Mahony en la arquidiócesis de Los Angeles, José Gómez, suspendió al cardenal de todos sus cargos públicos y deberes episcopales después de conocerse el informe de la diócesis sobre la labor de encubrimiento llevada a cabo por el purpurado de 120 casos de abusos a menores. Entre los fieles, muchos tampoco no entienden cómo la Iglesia pueda proclamar la línea del cambio, llevando después al Cónclave a un cardenal con sombras tan siniestras sobre su pasado. Por norma, sin embargo, la decisión sobre si participar o no le corresponde a él, no se la puede imponer nadie, y hasta ahora Mahony, que el sábado tendrá que comparecer ante un tribunal, siempre ha negado las acusaciones y reivindicado su derecho a participar. Pero no es un secreto que en el colegio cardenalicio hay quien no ha aceptado con agrado cómo el purpurado fue castigado y puesto en la picota por su sucesor, que además no es ni siquiera cardenal. Un mal humor que llegó a oídos del Papa de la mano del cardenal decano, Angelo Sodano, en la audiencia del 8 de febrero pasado. Tres días después, el anuncio-shock de la renuncia de Benedicto XVI. El caso, en definitiva, ha servido para unir dentro del Sacro Colegio y por tanto del inminente Cónclave, a la facción de quien hace resistencia a la labor de limpieza de Benedicto XVI, a la "glasnost" no solo en tema de sacerdotes paidófilos sino también de escándalos financieros, el giro decidido respecto a las viejas costumbres opacas y siempre puestas en discusión. Pero, quién puede ser el candidato Papa de esta facción? No se excluye que esa corriente pueda confluir en una figura como la de Angelo Scola, quizás tratando de completar la operación "blindando" al Papa con un secretario de Estado que ofrezca garantías. Justamente el de Scola, cardenal de Milán, es uno de los nombres en torno a los cuales se está maniobrando para tener un Papa italiano: los demás son los del "ministro" de Cultura, Gianfranco Ravasi, y del prefecto para el Clero, Mauro Piacenza. A este propósito habrá que entender qué acuerdos se formarán entre los tres verdaderos grandes electores actualmente en campo: el cardenal decano Angelo Sodano, su vice en el Cónclave, Giovanni Battista Re y el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Mucho dependerá de las complicadas dinámicas entre los tres y si lograrán formar un bloque único, quizás de 40 o 45 votos iniciales (los electores italianos son 28), que establecería una situación de ventaja ya difícilmente de colmar, si se piensa que para ser electo hacen falta 78 votos, es decir dos tercios de los 117 votantes totales. De los tres, Sodano tiene ascendiente sobre los cardenales creados por Juan Pablo II, mientras los nombrados por Benedicto XVI no son fácilmente controlables, y por tanto son la mayor incógnita sobre hacia quién se orientarán. Por último, sobre el Cónclave pesa también la espada de Damocles del informe redactado por los tres cardenales nombrados por Benedicto XVI para esclarecer el caso VatiLeaks: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Según un servicio que sale mañana en la revista italiana Panorama, el informe traza una fotografía detallada de la Curia romana y no ahorra ni a los más estrechos colaboradores del Papa. Relata las corrientes, los grupos de poder, los intereses económicos, el activismo de algunos purpurinos para favorecer o dañar a otros colegas. En otras palabras, muchos de los motivos que han llevado a Benedicto XVI a apartarse de su cargo, además de las razones de edad y vigor físico, y que exigen esa enérgica acción de limpieza que el Pontífice alemán, incluso con sus últimas palabras contra la rivalidad y la sed de poder, ha encomendado a su sucesor.