Una votación tensa que dividió a los Veintisiete, incapaces de alcanzar una mayoría cualificada en un sentido u otro, dejando a la Comisión Europea carta blanca para proceder a medidas punitivas contra las maxisubvenciones concedidas por el Dragón a su industria para inundar el mercado de vehículos de bajo coste.
Ahora ya ha comenzado la carrera contrarreloj para evitar una escalada proteccionista: el 30 de octubre vence el plazo para encontrar un compromiso y desactivar la mecha, a pocos días de las elecciones en Estados Unidos que podrían decretar el regreso de Donald Trump, el hombre que golpean a sus oponentes y a las organizaciones multilaterales con aranceles.
La decisión, el último acto de una investigación de la UE que duró un año, llegó a la mesa del Comité de Defensa Comercial (Tdi) en Bruselas, compuesto en su mayoría por funcionarios de gobiernos individuales. Diez países estaban a favor, entre ellos Italia y Francia, doce abstenciones encabezadas por España y cinco en contra encabezadas por la Alemania de Olaf Scholz que, tras un animado debate en el seno de la coalición, optó por utilizar su poder de canciller imponiendo la línea más dura de su política social sobre la voz de los verdes.
Los derechos europeos, una vez en vigor, durarán hasta cinco años y variarán del 7,8% para Tesla al 35,3% para SAIC, empresa matriz de la marca MG. El objetivo es claro: defender la industria continental y sus 14 millones de puestos de trabajo de prácticas consideradas injustas.
Pero si Bruselas alza la voz -especificando que el diálogo con el Dragón continuará-, Pekín no se queda callado. El gobierno chino ha arremetido contra lo que considera una "protección injusta e irrazonable" por parte de Europa, amenazando a su vez con afectar a las exportaciones europeas ya objeto de las investigaciones antidumping iniciadas en los últimos meses sobre la carne de cerdo, los lácteos y las bebidas espirituosas a base de vino importadas de Europa, entre ellos el precioso coñac francés.
Lo suficiente como para hacer temblar a algunos países, sobre todo Alemania y sus países satélites del sector del automóvil (Eslovaquia y Hungría, opuestos junto con Malta y Eslovenia).
"Todos sabemos que habrá represalias", admitió un diplomático europeo, expresando su preocupación por la debilidad del continente, que carece -también como observó el ex primer ministro Mario Draghi en su informe sobre la competitividad- de una estrategia industrial unitaria.
En opinión del ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, "Ursula von der Leyen no debe desencadenar una guerra comercial". Una advertencia que expresa la inquietud de una industria automovilística federal que lucha con los vehículos eléctricos y que considera el mercado chino una salida vital para los buques insignia de Volkswagen, Mercedes y BMW.
Y también desde Italia, tras el voto a favor "en línea con los análisis técnicos de la Comisión de la UE", el Ministro de Empresa y Made in Italy, Adolfo Urso, confió en la adopción "de una lógica win-win basada en el principio de reciprocidad" y la reanudación de negociaciones "tanto bilaterales como en la OMC para alcanzar una solución compartida".
Stellantis, por su parte, tomó nota de la votación y apoyó la "competencia libre y leal", una reacción alineada con la de la asociación europea de fabricantes de automóviles (Acea). Por tanto, los canales diplomáticos siguen abiertos: el jefe de Comercio de la UE, Valdis Dombrovskis, y su homólogo chino, Wang Wentao, seguirán negociando.
Si se llega a un acuerdo, los derechos podrían retirarse en cualquier momento. El lunes habrá una primera reunión técnica.
Pero para que el sector continental europeo "sea competitivo", advierte Acea, será necesario abordar las cuestiones que aún están pendientes. Con el debate sobre la revisión de la prohibición de los motores diésel y de gasolina en 2035 aún abierto.
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