"El joven Frankestein", de Mel Brooks, la obra maestra que se estrenó en los cines el 15 de diciembre de 1974 y que 50 años después sigue sumando público, se restrenará en una versión remasterizada en 4K.
La idea era tan simple como brillante: tomar un clásico de terror lleno de tradición e historia y profanarlo llenándolo de ironía y sarcasmo.
¿De dónde se partía? De un clásico, la novela "Frankenstein" o el Prometeo moderno de la escritora y filósofa Mary Shelley, considerada la primera novela gótica de la historia, hasta las numerosas películas inspiradas en ella, empezando por "Frankenstein", de James Whale en 1931.
Con el blanco y negro como punto de partida, la película comienza en la Nueva York de los años 30. Allí el profesor universitario Frederick Frankenstein, sobrino del famoso doctor Victor von Frankenstein, recibe la noticia de que el difunto barón le ha dejado un castillo en Transilvania.
El profesor decide así ir a Rumania donde conoce al asistente jorobado Igor (Marty Feldman), sobrino del antiguo asistente de su abuelo, la asistente tetona Inga (Teri Garr) y a la inquietante Frau Blücher (Cloris Leachman). Ella será quien ayude a Frederick a encontrar las notas de su abuelo, ante las cuales el escéptico, aunque no demasiado, profesor se muestra insensible y lo que le hace decir la famosa frase de culto: "¡Se puede hacer!", en el sentido de que la hazaña del barón, la de dar vida a un cadáver, todavía es posible.
De ahí toda una serie de divertidos accidentes en el camino.
Primero se toma el cadáver de un criminal gigantesco que luego debería ser compensado por un cerebro refinado, el del gran científico Hans Delbruck, pero todo sale mal y en lugar de este prestigioso cerebro se coloca el de un demente, exactamente de un "anormal".
Entre las escenas más divertidas de la película se encuentra la que protagoniza un ermitaño ciego (Gene Hackman) que, en la noche más oscura y lluviosa de la tierra, le pide al Señor: "Por favor. Una visita, es todo lo que pido, un viajero que pueda ayudarme a pasar unas horas de mi vida solitaria".
Y hay que decir que el Dios al que apela lo satisface enviando a la monstruosa criatura (Peter Boyle) a su ermita que obviamente no puede ver. De ahí la bienvenida del ermitaño al monstruo gigante lleno de problemas en detrimento de este último que tiene que soportar no sólo un té hirviendo, sino también un brindis imposible.
Finalmente, la secuencia protagonizada por el doctor Frederick Frankenstein y su bella asistente Inga es inolvidable.
Él lee con interés científico una página de su abuelo sobre sus experimentos mientras ella ve, en esa misma página, un lado práctico inesperado.
"Como la minuciosidad de las piezas ralentizaba considerablemente mi trabajo, decidí hacer una criatura de dimensiones gigantescas", lee Frankenstein, quien inmediatamente añade: "y esto simplificaría todo. En otras palabras, ¿deberían agrandarse las venas, los pies, las manos y todos los órganos?".
"¡Oh! ¡Entonces tendría una schwanzstücke enorme!", dice inmediatamente una entusiasta Inga, muy poco científica, pero ciertamente más vital.
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