El primero es crear presión militar que supere el
estancamiento en las negociaciones sobre la liberación de los
rehenes.
Los bombardeos aéreos se llevaron a cabo en lugares donde
las FDI y los servicios secretos creen que no pusieron en
peligro la vida de los rehenes.
El segundo objetivo es dejar claro que Israel actuará no
sólo contra Hamás como organismo militar, sino también como
gobierno civil.
De hecho, durante la noche, cinco altos
funcionarios de la administración civil y política de la
organización fueron eliminados, demostrando que Israel no hace
distinciones entre los líderes de Hamás, tanto militares como
políticos.
El ataque también sirve como señal a los mediadores, y
especialmente a Egipto, de que Israel se opone a que Hamás
permanezca como gobierno u organismo militar en la Franja de
Gaza "al día siguiente" del fin de la guerra.
El tercer objetivo es crear una fuerte presión militar, en
coordinación y en conjunto con Estados Unidos, sobre todos los
elementos restantes en el eje de resistencia chiita. Es decir,
sobre los hutíes, Hezbolá e Irán.
La coordinación con Estados Unidos surge, entre otras cosas,
del deseo de la administración estadounidense de mostrar a los
actores regionales y a otros que la amenaza de Donald Trump de
"abrir las puertas del infierno" no fue una frase vacía, y que
se trata de medidas prácticas que exigirán un alto precio a
Hamás, los hutíes e incluso al propio Irán.
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