El ministro de Asuntos Europeos, Raffaele Fitto, el candidato de la premier Giorgia Meloni, que le simpatiza a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no convenció a los socialistas. O, al menos, todo el grupo S&D. Los alemanes y franceses no bajaron sus trincheras.
La cuestión sigue siendo la de asignar una vicepresidencia ejecutiva a un representante de un partido que no forma parte de la mayoría proeuropea y que no votó por el bis de Von der Leyen el pasado mes de julio.
Justamente Von der Leyen se ocupa personalmente del expediente. La semana pasada, cuando las candidatas Hadja Lahbib y Jessika Roswall fueron pospuestas temporalmente por las comisiones pertinentes del Parlamento Europeo, la alemana fue a la Cámara Europea y habló extensamente con ellas. Para la presidenta, no son admisibles más retrasos: el 1 de diciembre la nueva Comisión debe tomar posesión de su cargo y comenzar a planificar la estrategia europea frente al Estados Unidos de Donald Trump.
Además, el juego matemático de la votación de candidatos parece sellar el destino de Fitto. El candidato italiano será examinado el martes junto con los otros cinco vicepresidentes in pectore. La audiencia está prevista para las 9.30 horas, al mismo tiempo que la de Kaja Kallas. Inmediatamente después será el turno de Stéphane Sejourné y Roxana Minzatu. Teresa Ribera y Henna Virkkunen cerrarán la jornada.
Un bombardeo anti-Fitto por parte de los socialistas tendría un efecto inmediato: una represalia del ECR (conservadores y reformistas) y el PPE (populares) contra Minzatu y, sobre todo, contra Ribera, ambos del S&D.
A esto hay que sumar dos hechos. Fitto es ampliamente considerado un hombre de diálogo, ciertamente no un extremista anti-UE. El grupo ECR, en las audiencias de los 20 candidatos a comisarios examinados hasta ahora por el PE, estuvo entre los más diligentes a la hora de votar a favor de su ascenso, independientemente del partido al que pertenezcan.
Sin embargo, como se viene diciendo desde hace semanas, el tema es político. La apertura de Manfred Weber hacia la derecha -no solo hacia el ECR, sino también hacia los Patriotas- hizo saltar la alarma entre los socialistas, los verdes y los liberales.
El peligro de una "mayoría venezolana" (como así se llama la resolución sobre la cual se formó por primera vez) alternativa a la de Úrsula se ha vuelto real. Lo que complica el panorama son las tensiones internas en cada país, empezando por la presión del líder de la CDU, Friedrich Merz, sobre el canciller Olaf Scholz para que Alemania vuelva a las urnas.
"Fitto no puede ser vicepresidente y la posición de mi grupo al respecto no ha cambiado"; advirtió el pasado jueves el francés Raphael Glucksmann. En teoría, el candidato italiano podría aprobar sin el sí del S&D y con el voto favorable de los Patriotas, alcanzando así el quórum necesario de 2/3.
Pero para Von der Leyen surgiría un problema político importante: los soberanistas del premier húngaro Viktor Orban, que tienen a Donald Trump como estrella guía, resultarían decisivos. Por este motivo, la Comisión inició una silenciosa persuasión moral hacia Weber, con el objetivo de frenar todas sus tentaciones de apertura a los soberanistas, permaneciendo en el marco de una mayoría "de centro y pro-europeísta".
Sin embargo, el Parlamento suele reivindicar su papel en estas ocasiones. No se descarta que Fitto se vea obligado a realizar un examen adicional con preguntas escritas, como ocurrió con el candidato a comisario húngaro.
La decisión sobre las respuestas del húngaro Oliver Varhelyi a las preguntas escritas se espera para el lunes por la tarde. Y a partir de aquí también quedará claro si, el martes, la Cámara Europea será el escenario de tensiones políticas normales o la antesala del caos.
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