El presidente italiano, Sergio Mattarella, cerró en Cantón su visita de Estado de seis días a China, la segunda luego de la de 2017.
La visita resultó un éxito y resultó una oportunidad para limar las asperezas que habían quedado por la salida de Italia de la Nueva Ruta de la Seda (BRI) y por el voto en favor de impuestos de Bruselas a las importaciones de autos eléctricos Made in China.
De hechos, hubo una consolidación hasta "infundir energía más dinámica en la relaciones bilaterales para un nuevo punto de partida", sobre la base de los juicios expresados por el presidente Xi Jinping en la cumbre del viernes en la solemnidad del Gran Salón del Pueblo.
La cultura es el factor que marca dos civilizaciones milenarias, ligadas por los puentes construidos entre Oriente y Occidente por figuras como Marco Polo (del que este año se cumplen 700 años de su muerte) y Matteo Ricci: con el respeto recíproco y la comprensión, ayuda a evaluar el pasado, ver el presente y pensar en el futuro.
Mattarella, con sus interlocutores, puso el acento en las perspectivas de las relaciones a todos los niveles, ofreciendo la síntesis del diálogo de hoy en Cantón con la comunidad empresarial italiana.
"La apertura mutua de los mercados crece con igual conveniencia y con una ventaja para todos los países de la Unión" europea.
Pero hay que garantizar la igualdad de condiciones y la "eliminación de los obstáculos" que aún existen, observó el presidente italiano, ante la inminencia de la carga de deberes prometida por la administración Trump '2.0'.
"Hemos insistido ampliamente en este principio con interés mutuo, recibiendo algunas garantías que esperamos se desarrollen pronto", informó el jefe de Estado a la nutrida delegación de representantes en China de empresas como Eni, Enel, Intesa y Bracco.
Entre Italia y China existe "una intensidad e relaciones que pretendemos desarrollar. Hemos centrado la voluntad de intensificar ulteriormente" visto que hay "excelentes lazos bajo cada perfil".
Y esa relación está "acompañada del deseo de promover, como miembro fundador protagonista de la Unión Europea, la intensificación del vínculo UE-China" gracias al "clima de amistad registrado y claramente surgido en las conversaciones políticas".
Una postura "de claridad", que le fue reconocida, que hizo de Mattarella una referencia para China en una Europa exenta de la tracción franco-alemana, también cuando el jefe de Estado auspició que las diferencias no sean obstáculo en la confrontación porque colocarse uno frente al otro es un método fecundo.
Por supuesto, "existe la necesidad de reequilibrar la relación importación-exportación, una necesidad que subrayamos varias veces en las reuniones" que tuvimos, porque las economías de China e Italia presentan una increíble posibilidad de crecimiento y ayuda mutua en altas tecnologías.
"Las inversiones italianas en China siguen creciendo y el gobierno las apoya. Sin embargo, las inversiones chinas en Italia son mucho menores".
Hay que buscar un "reequilibrio", añadió el jefe de Estado, agradeciendo a los empresarios y a los directivos "por lo que hacen y les aseguro que la República está siempre cerca de ustedes. A través de vuestro trabajo, la amistad entre China e Italia se materializa".
La visita de Mattarella, a pocos meses de aquella de la premier Giorgia Meloni y cubierta con extraordinaria atención por los medios estatales chinos, cimentó la ligazón entre presidentes, con Xi que lo recibió diciendo "luego de siete años, usted es bienvenido a realizar otra visita de Estado a China" como "viejo amigo del pueblo chino y un buen amigo mío".
Palabras llenas de significado, mucho más allá del austero protocolo de la diplomacia mandarín.
El jefe de Estado habló de "plena sintonía y convergencia de valoraciones en lo que respecta a la voluntad de paz, el multilateralismo y la apertura de las relaciones económicas".
A Xi pidió hacer pesar su influencia sobre Vladimir Putin y poner fin a la agresión rusa en Ucrania, reflejo de la creciente responsabilidad del Dragón hacia la comunidad internacional.
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