Son, sin solución de continuidad, las alarmas que el presidente de la República envía al mundo de la política, que desde el observatorio del Quirinale parece cada vez más proclive al "choque" y cada vez menos capaz de un "diálogo" fructífero por el bien público.
La preocupación de Sergio Mattarella por una serie de dinámicas de signo negativo que se registran en las relaciones institucionales y en las relaciones entre los partidos surgió en la Asamblea Nacional de Confesercenti, en Roma, lugar importante del mundo productivo italiano.
El jefe de Estado sigue y da cuerpo al "cahier de doléances" (cuaderno de quejas) enumerado por la presidenta Patrizia De Luise en su presencia: caída drástica del consumo (se evaporaron hasta 3.200 millones de euros en 2024); desaparición de 140 mil comercios en diez años; far west de la web con enormes distorsiones en la competencia entre los gigantes de la web y las empresas locales. Y sobre todo la necesidad de "un marco político menos conflictivo, menos gritador y más proclive a buscar soluciones compartidas".
El presidente coincide plenamente y va en profundidad en la estructuración de lo que desde hace semanas es un auténtico manifiesto de preocupaciones que decidió vehiculizar: "nuestro sistema es algo más que un conjunto de reglas y formas. La democracia es sustancia. Se realiza -vocaliza entre los aplausos del publico- en un desarrollo social donde la libertad, la igualdad y la equidad, que representan el objetivo y el espíritu de iniciativa es fomentado por instituciones no invasivas y poderes no centralizados".
El sentido del límite de las instituciones es el "leit motiv" del mensaje presidencial desde hace días. El riesgo de poderes desbalanceados hacia una institución en perjuicio de otra que mina un sano equilibrio de competencias. Mattarella lo explica bien y recuerda que "los tiempos fáciles son un engaño".
El todo enseguida es peligroso y no se puede evitar tener miedo, subraya, además, "la propagación de un clima de desconfianza, casi como si los fundamentos positivos de la economía fueran incapaces de equilibrar los efectos del clima de conflicto político. Es una petición fuerte, la enésima, a invertir el rumbo para evitar la tempestad. Cómo hacerlo? El presidente indica también la receta: "el diálogo y la escucha".
Son éstos, evoca, "los instrumentos que permitieron a Italia progresar: Sí a veces se ven impulsados ;;a considerar la ruptura y el choque como un valor. Casi como si el progreso no se produjera, sino todo lo contrario, a través de la cohesión y la participación. La interlocución no es un obstáculo, una molestia, un ritual: es el desarrollo de la democracia de un país, de la vida de una comunidad no de súbditos sino de ciudadanos conscientes".
A propósito de enfrentamientos, griterío y conflictividad el presidente cita uno de los argumentos más calientes del debate político sobre el cual se está consumando la batalla más disruptiva entre las instituciones, este es la inmigración.
Y Mattarella lo hace a su modo, con garbo y sin esconderse detrás de un dedo: "está creciendo la presencia de empresas dirigidas por ciudadanos inmigrantes. Del comercio llega un impulso a la integración, poderoso factor de seguridad".
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